jueves, 25 de octubre de 2012

Catulo y el tópico del basia mille

A pesar de que hay un apartado en el libro de texto dedicado al poeta latino Catulo (84-54 a. C.) me gustaría compartir algunos detalles.

Como sabéis, Catulo es el máximo representante de la poesía del yo, aquella que explora la intimidad del artista mostrándola al lector a través de sus relaciones personales, ya sea en un entorno real o ideal. Inspirado por la poeta griega Safo (a la que ya estudiamos dentro de la lírica personal de Grecia), Catulo explora y profundiza en algo que todos los poetas posteriores a él utilizan: la invención de la amada como tema del poema. La relación amorosa no tiene por qué ser real; en ocasiones, y ejemplos hay cientos, la excusa de la amada da pie para hablar acerca del amor. Otras veces, por el contrario, hacer poemas sobre el amor sirve al poeta para ocultar sus emociones o la persona a la que van dedicados esos versos.

Pero en Catulo, como vimos en clase, también se encuentran ejemplos de lo que conocemos como poesía del tú y poesía del nosotros. Catulo tiene poemas soeces de crítica, de burla, de sátira, rozando el insulto personal a veces; y también poemas sobre mitología, extensos poemas en los que se dan cita leyendas y mitos.

No obstante, Catulo ha pasado a la historia por su poesía amorosa. Uno de sus poemas más conocidos y estudiados es el número 5, que dice así:

Vivamos, querida Lesbia, y amémonos,
y las habladurías de los viejos puritanos
nos importen todas un bledo.
Los soles pueden salir y ponerse;
nosotros, tan pronto acabe nuestra efímera vida,
tendremos que vivir una noche sin fin.
Dame mil besos, después cien,
luego otros mil, luego otros cien,
después hasta dos mil, después otra vez cien;
luego, cuando lleguemos a muchos miles,
perderemos la cuenta para ignorarla
y para que ningún malvado pueda dañarnos,
cuando se entere del total de nuestros besos.

Un poema precioso, que inaugura, como dice el título de esta entrada, el tópico literario del basia mille. El poeta, enamorado, dirige a su amada Lesbia, estos versos en los que sueña desbordarla y ser desbordado por miles y miles de besos, tantos que la cuenta se pierda, que nadie pueda seguirla, que quien espíe ese amor (quizá prohibido, como luego será el amor de toda la poesía trovadoresca) enloquezca al saber el total de los besos dados y recibidos. La pasión amorosa en Catulo sobrepasa cualquier límite.

Nuestro poeta, como después harán otros muchos, centra en Lesbia (aunque a veces también en Juvencio) sus poemas de amor. Sea Lesbia en Catulo, o Laura en Petrarca, Beatriz en Dante o Elisa en Garcilaso de la Vega, esa figura femenina muchas veces es una idea del amor, que el poeta visualiza en una amada en concreto, musa para toda su poesía.

Pero volvamos a ese poema 5. Los últimos siete versos suenan así, en latín original:


…Da mi basia mille, deinde centum,
dein mille altera, dein secunda centum,
deinde usque altera mille, deinde centum.
dein, cum milia multa fecerimus,
conturbabimus illa, ne sciamus,
aut ne quis malus inuidere possit
cum tantum sciat esse bassiorum

Ahí tenemos el tópico literario del basia mille. La traducción que tenemos arriba pertenece a la editorial Alianza. La Poesía completa de Catulo la podemos leer (en edición bilingüe) en la editorial Hiperión.



Una edición muy recomendable, como todas las que hace Hiperión. Juan Manuel Rodríguez Tobal nos traduce así esos últimos versos:


…Pero dame mil besos, luego ciento,
después mil otra vez, de nuevo ciento,
luego otros mil aún, y luego ciento…
Después, cuando sumemos muchos miles,
confundamos la cuenta hasta perderla,
que hechizarnos no pueda el envidioso
al saber el total de nuestros besos

Como se puede ver es algo diferente a la de la editorial Alianza. Y es que, como dice una máxima italiana, tradurre è tradire, traducir es traicionar. Y si no, fijaos en la ¿traducción? que Cristóbal de Castillejo (1490-1550), en pleno Renacimiento español, hizo del poema de Catulo.

Dame, Amor, besos sin cuento,
asido de mis cabellos,
y mil y ciento tras ellos,
y tras ellos mil y ciento,
y después
de muchos millares, tres;
y porque nadie lo sienta
desbaratemos la cuenta
y contemos al revés.

La traducción se ha convertido en toda una versión libre. Y, a pesar de que aparezca el tópico del basia mille, el destinatario no es una mujer en concreto, sino el Amor en general. Aquel Lesbia del verso original se ha diluido y se ha transformado en toda una idea del asunto amoroso.

Así es como los temas, los poemas y los poetas se vuelven universales.

martes, 23 de octubre de 2012

Dudas ortográficas

Antes de nada ved este vídeo.

 

Como habéis podido comprobar, únicamente aparecen las veintisiete letras del español al son de la música Asturias, una obra de Isaac Albéniz para piano perteneciente a la Suite española nº 1, op. 47, en este caso en arreglo para guitarra clásica interpretada por Narciso Yepes.

Al final del vídeo veréis que el vídeo está sacado de la página web: www.alphabeto.es, un interesante sitio creado por Víctor Gutiérrez de Tena en el que podéis aclarar errores comunes (y a veces recurrentes) en castellano.

Os animo a descubrirlo.

lunes, 22 de octubre de 2012

Los grados del adjetivo

Como hemos visto esta mañana, un adjetivo se nos presenta en tres grados distintos: positivo, comparativo y superlativo. Además de los ejercicios de clase, podéis practicar más en esta página: www.aplicaciones.info

En esa página encontraréis algunos ejercicios sobre los grados del adjetivo. Es autocorrectivo, así que podéis ver cómo lo habéis hecho al instante. También tiene la teoría, por lo que podéis repasar sin necesidad de sacar el libro o tener el libro delante.

Y, por último, recordad: algunos adjetivos, como bueno, malo, grande o pequeño (hay más, pero de momento, en 1º de ESO, vamos a dar esos cuatro únicamente) solo tienen una forma para el comparativo y otra para el superlativo.

En el examen del lunes que viene entran los grados del adjetivo, y seguro que las excepciones caen... ¡Ánimo y a estudiar, chicos!

domingo, 21 de octubre de 2012

La épica medieval

Aquí os dejo un interesante documento sobre el tema de la épica medieval que nos puede servir de apoyo para estudiar el tema o como esquema para repasarlo.

domingo, 14 de octubre de 2012

Poemas de Safo

Como dijimos en clase, Safo pertenece al período arcaico de la literatura griega, en torno al siglo VII a. C. Enmarcada dentro de la lírica personal, las características principales de su poesía (que conocemos gracias a fragmentos o citas tardías) es la sentimentalidad volcada en los versos. Ya no estamos frente a la sobriedad en el lenguaje y la métrica que vimos en la Ilíada o la Odisea homéricas. Aquí los versos son más breves, la métrica no es igual en toda la estrofa y la temática es más intimista.

Os dejo algunos poemas de Safo, la poeta que después inspiraría a Catulo y, a través de la tradición romana, a toda la literatura posterior. Y eso a pesar de que de los nueve libros de poesías que escribió, únicamente nos han llegado algunos fragmentos y dos poemas completos.


Me parece el igual de un dios, el hombre
que frente a ti se sienta, y tan de cerca
te escucha absorto hablarte con dulzura
y reírte con amor.

Eso, no miento, no, me sobresalta
dentro del pecho el corazón; pues
te miro un solo instante, ya no puedo
decir ni una palabra,

la lengua se me hiela, y un sutil
fuego no tarda en recorrer mi piel,
mis ojos no ven nada, y el oído
me zumba, y un sudor

frío me cubre, y un temblor me agita
todo el cuerpo, y estoy, más que la hierba,
pálida, y siento que me falta poco
para quedarme muerta.



Morirás, bella joven;
ni servirá ser bella,
ni quedará memoria
de ti sobre la tierra,
porque las frescas rosas
no has gozado de Pieria:
y así desconocida
irás a las cavernas
del horroroso Dite,
ni será quien te vea
cuando en las vanas sombras
des fugitivas vueltas.



Amor bulle en mi pecho
y sin cesar voltea
mi corazón amante
y acá y allá le lleva;
mis miembros desenlaza
su poderosa diestra,
y en viéndome rendido
ya me desprecia y vuela;
tiene sus lindas alas
cual ave, mas es fiera,
y dulce y apacible,
y de indomable fuerza.
Atis, de tu abandono
al crudo Amor te queja,
que en los ojos me abrasa
de Andrómeda la bella.



De los verdes manzanos
en las frondosas cimas,
con estruendoso ruido
las aguas se deslizan,
las puras frescas aguas
que el peñasco destila;
el delicioso estruendo
de las hojas movidas
del apacible viento
süave sueño inspira
y con Venus hermosa
soñaba que dormía;
mas de las altas ramas,
del viento sacudida,
una roja manzana
de mi sueño me priva.

lunes, 8 de octubre de 2012

Las flores póstumas de Baudelaire

Aunque estudiemos la vida y la obra de Charles Baudelaire (máximo representante del Simbolismo) más adelante, ya hacia final de curso, he encontrado esta noticia en El País de hoy. Podéis leer el original aquí o bien en este blog.

ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS. Acorralado por la penosa enfermedad que cercenó su vida, el poeta maldito por excelencia, el hombre que se elevó sobre la vida y entendió sin esfuerzo “el lenguaje de las flores y de las cosas mudas”, llenó su larga agonía de coléricas notas. “De niño tuve en mi corazón dos sentimientos contradictorios, el horror de la vida y el éxtasis de la vida. Es el sello de un holgazán enfermo de nervios”, escribió Charles Baudelaire (1821-1867) en estos Fragmentos póstumos que ahora publica la editorial Sexto Piso. Un volumen que reúne por primera vez todas las notas en prosa finales y también todos los dibujos del autor de Las flores del mal.


“En Francia se ha publicado parte de estos fragmentos, pero siempre en libros en los que muchas de las notas se habían descartado. Las ediciones españolas siempre eran traducciones directas de esas ediciones francesas. En este libro, sin embargo, hemos trabajado directamente sobre los originales. Están todos. No existe, ni siquiera en francés, un libro de estas características”, afirma el escritor mexicano Ernesto Kavi, encargado de la investigación y recopilación que contiene el volumen.

Las notas originales se encuentran repartidas entre la Biblioteca Nacional de Francia, la Biblioteca Jacques Doucet y dispersas en colecciones privadas. “Otro tanto ocurre con los dibujos”, explica Kavi. “La Biblioteca de la ciudad de París posee cuatro y es la que más tiene. El resto está desperdigado en manos de particulares”.

Tras su muerte en una clínica de París, la madre de Baudelaire recogió uno a uno los papeles de su hijo, pequeñas hojas arrancadas de cuadernos en las que anotaba, en lápiz y a pluma, lo que él mismo llamó “proyectiles”, junto a páginas dedicadas a pensamientos, aforismos, listas y proyectos. Madame Aupick se las entregó a su editor, Auguste Poulet-Malassis, el único que podía encontrar algún sentido en aquel caos. Malassis los ordenó y es esa la ruta que ahora se ha seguido. Los dibujos, la mayoría en manos de sus amigos, también fueron recogidos por el editor en un cuaderno. Vivieron una azarosa vida. Fueron publicados y reunidos, pero en 1988 salieron a subasta y se volvieron a dispersar.

Los pensamientos de Baudelaire muestran la rabia, cólera y tristeza de un hombre rodeado por la enfermedad y el exilio. Su caligrafía es desordenada. Pero, lejos del tópico del poeta embriagado y mujeriego, surge el hombre preocupado por el futuro. “Para él, el trabajo era una tortura, pero no hacía más que trabajar, le preocupaban su gloria como poeta y el dinero. Las notas son un fiel reflejo de esa batalla interior entre el desorden de su vida y su pensamiento y el orden que quiere imponerse para ser un gran artista”.

El 23 de enero de 1862, el poeta escribe: “En lo moral, como en lo físico, siempre he tenido la sensación de un abismo, no solo el abismo del sueño, sino el abismo de la acción, de la ensoñación, del recuerdo, del deseo, del arrepentimiento, del remordimiento, de la belleza, del número… He cultivado mi histeria con placer y con terror. Siempre tengo vértigo y hoy he sufrido una singular advertencia, he sentido pasar sobre mí el viento del ala de la imbecilidad”.

Baudelaire reflexiona una y otra vez sobre las tareas del escritor, sobre la inspiración y el tiempo. Anota que el placer desgasta, pero el trabajo fortifica. El coraje del escritor, el destino, la concentración frente a la dispersión. El poeta zarandea sus obsesiones. “Sería dulce, quizá, ser, alternativamente, víctima y verdugo”, apunta. Surge su profundo y estrecho sentido de lo sagrado: “Si la religión desapareciera de este mundo, volveríamos a encontrarla en el corazón del ateo”.

En La Folie Baudelaire (Anagrama), Roberto Calasso ofrece un consejo que bien vale para el libro que ahora se edita: “Para quien está rodeado y atormentado por la desolación y el agotamiento es difícil encontrar algo mejor que una página de Baudelaire. Prosa, poesía, poemillas en prosa, cartas, fragmentos: todo sirve”. Quizá basta para ilustrar las palabras del escritor florentino un fragmento perteneciente a uno de los manuscritos menos conocidos, que catalogado bajo la letra D está custodiado por la Biblioteca Literaria de Jacques Doucet. La lucidez del poeta maldito solo puede provocar hoy un fatal escalofrío acompañado de un aliento de esperanza: “Síntomas de ruina. Construcciones inmensas. Uno sobre otro, demasiados apartamentos, habitaciones, templos, galerías, escaleras, desembocaduras, belvederes, farolas, fuentes, estatuas. —Fisuras, grietas. Humedad que proviene de un contenedor situado cerca del cielo—. ¿Cómo advertir a las personas, a las naciones?, advertimos, al oído, a los más inteligentes”


Baudelaire es un gran poeta. Sus poemas son difíciles, muy enrevesados, pero sabremos dar con la clave para entenderlos y desmenuzar el alma que habitaba entre esas líneas.

viernes, 5 de octubre de 2012

Ítaca, de Kavafis

Hace unos días os colgué en el blog el poema Troyanos, de Constantino Kavafis. Lo trabajamos en clase. Lo prometido es deuda: a pesar de que ya lo hemos leído y trabajado, la poesía que siguie me parece excepcional para descubrir la Odisea de Homero desde una perspectiva mas actual. Nosotros ya sabemos qué significan esas Ítacas. Espero que lleguen a la suya igual que Ulises: cargados de experiencias y buenos ratos.

Para terminar la entrada tenéis la canción Viatge a Ítaca, que Lluís Llach compuso a partir de la traducción en catalán por parte de Carles Riba del poema de Kavafis.

ÍTACA

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.

martes, 2 de octubre de 2012

Troyanos, de Kavafis

Comparto con vosotros un poema de Constantino Kavafis (1863-1933), poeta griego, responsable del renacimiento de la literatura escrita en griego. Aunque uno de sus poemas más conocidos es Ítaca, que está en el libro y que ya trabajaremos, ahora os presento el poema Troyanos, cuyo contenido hemos de buscarlo en la Ilíada de Homero.



TROYANOS

Son los esfuerzos nuestros, de los desventurados,
son los esfuerzos nuestros como los de los troyanos.
Algo conseguimos; nos reponemos
un poco; y empezamos
a tener coraje y buenas esperanzas.
Pero siempre algo surge y nos detiene.
Aquiles en el foso enfrente de nosotros
sale y con grandes voces nos espanta.
Son los esfuerzos nuestros como los de los troyanos.
Creemos que con decisión y audacia
cambiaremos la animosidad de la suerte,
y nos quedamos afuera para combatir.
Mas cuando sobreviene la gran crisis,
nuestra audacia y decisión desaparecen;
se turba nuestra alma, se paraliza;
y alrededor de los muros corremos
buscando salvarnos con la fuga.
Empero nuestra caída es cierta. Arriba,
sobre las murallas, comenzó ya el lamento.
Lloran sentimientos y recuerdos de nuestros días.
Amargamente por nosotros Príamo y Hécuba lloran.

Como veis, no solo habla del mito de la guerra de Troya. Tiene un sentido mucho más profundo. ¿Qué significan estos versos de Kavafis para vosotros?
Queridos alumn@s,

os presento este nuevo espacio dedicado única y exclusivamente a vosotros.

Entiendo que este curso os encontraréis llenos de agobios y tensiones, pero no os olvidéis de disfrutar  este momento y esta etapa de vuestra vida, que siempre la recordaréis con una sonrisa...os lo aseguro!!

Tened en cuenta estas palabras de Antonio Machado; no solo ahora, sino siempre:

 

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.



lunes, 1 de octubre de 2012

El combate final

Estamos comentando un fragmento del diálogo entre Príamo y Aquiles, ya al final de la Ilíada. Antes de eso tuvo lugar el combate entre Héctor, hijo de Príamo, y Aquiles, en el canto XXII. Aquí lo tenéis:

188 En tanto, el veloz Aquiles perseguía y estrechaba sin cesar a Héctor. Como el perro va en el monte por valles y cuestas tras el cervatillo que levantó de la cama, y si este se esconde, azorado, debajo de los arbustos, corre aquel rastreando hasta que nuevamente lo descubre; de la misma manera, el Pelida, de pies ligeros, no perdía de vista a Héctor. Cuantas veces el troyano intentaba encaminarse a las puertas Dardanias, al pie de las torres bien construidas, por si desde arriba le socorrían disparando flechas, otras tantas Aquiles, adelantándosele, le apartaba hacia la llanura, y aquel volaba sin descanso cerca de la ciudad. Como en sueños ni el que persigue puede alcanzar al perseguido, ni este huir de aquel; de igual manera, ni Aquiles con sus pies podía dar alcance a Héctor, ni Héctor escapar de Aquiles. ¿Y cómo Héctor se hubiera librado entonces de la muerte que le estaba destinada si Apolo, acercándosele por la postrera y última vez, no le hubiese dado fuerzas y agilitado sus rodillas?

205 El divino Aquiles hacía con la cabeza señales negativas a los guerreros, no permitiéndoles disparar amargas flechas contra Héctor: no fuera que alguien alcanzara la gloria de herir al caudillo y él llegase el segundo. Mas cuando en la cuarta vuelta llegaron a los manantiales, el padre Zeus tomó la balanza de oro, puso en la misma dos suertes —la de Aquiles y la de Héctor domador de caballos— para saber a quién estaba reservada la dolorosa muerte; cogió por el medio la balanza, la desplegó, y tuvo más peso el día fatal de Héctor que descendió hasta el Hades. Al instante Febo Apolo desamparó al troyano. Atenea, la diosa de los brillantes ojos se acercó al Pelida, y le dijo estas aladas palabras:

216 Espero, oh esclarecido Aquiles, caro a Zeus, que nosotros dos proporcionaremos a los aqueos inmensa gloria, pues al volver a las naves habremos muerto a Héctor, aunque sea infatigable en la batalla. Ya no se nos puede escapar, por más cosas que haga el flechador Apolo, postrándose a los pies del padre Zeus, que lleva la égida. Párate y respira; e iré a persuadir a Héctor para que luche contigo frente a frente.

224 Así habló Atenea. Aquiles obedeció, con el corazón alegre, y se detuvo enseguida, apoyándose en el arrimo de la pica de asta de fresno y broncínea punta. La diosa dejóle y fue a encontrar al divino Héctor. Y tomando la figura y la voz infatigable de Deífobo, llegóse al héroe y pronunció estas aladas palabras:

229 —¡Mi buen hermano! Mucho te estrecha el veloz Aquiles, persiguiéndote con ligero pie alrededor de la ciudad de Príamo. Ea, detengámonos y rechacemos su ataque.

232 Respondióle el gran Héctor de tremolante casco: —¡Deífobo! Siempre has sido para mí el hermano predilecto entre cuantos somos hijos de Hécabe y de Príamo; pero desde ahora me propongo tenerte en mayor aprecio, porque al verme con tus ojos osaste salir del muro y los demás han permanecido dentro.

238 Contestó Atenea, la diosa de los brillantes ojos: —¡Mi buen hermano! El padre, la venerable madre y los amigos abrazábanme las rodillas y me suplicaban que me quedara con ellos —¡de tal modo tiemblan todos!— pero mi ánimo se sentía atormentado por grave pesar. Ahora peleemos con brío y sin dar reposo a la pica, para que veamos si Aquiles nos mata y se lleva nuestros sangrientos despojos a las cóncavas naves o sucumbe vencido por tu lanza.

247 Así diciendo, Atenea, para engañarle, empezó a caminar. Cuando ambos guerreros se hallaron frente a frente, dijo el primero el gran Héctor, de tremolante casco:

250 —No huiré más de ti, oh hijo de Peleo, como hasta ahora. Tres veces di la vuelta, huyendo, en torno de la gran ciudad de Príamo, sin atreverme nunca a esperar tu acometida. Mas ya mi ánimo me impele a afrontarte ora te mate, ora me mates tu. Ea pongamos a los dioses por testigos, que serán los mejores y los que más cuidarán de que se cumplan nuestros pactos: Yo no te insultaré cruelmente, si Zeus me concede la victoria y logro quitarte la vida; pues tan luego como te haya despojado de las magníficas armas, oh Aquiles, entregaré el cadáver a los aqueos. Obra tú conmigo de la misma manera.

260 Mirándole con torva faz, respondió Aquiles, el de los pies ligeros: — ¡Héctor, a quien no puedo olvidar! No me hables de convenios. Como no es posible que haya fieles alianzas entre los leones y los hombres, ni que estén de acuerdo los lobos y los corderos, sino que piensan continuamente en causarse daño unos a otros; tampoco puede haber entre nosotros ni amistad ni pactos, hasta que caiga uno de los dos y sacie de sangre a Ares, infatigable combatiente. Revístete de toda clase de valor, porque ahora te es muy preciso obrar como belicoso y esforzado campeón. Ya no te puedes escapar. Palas Atenea te hará sucumbir pronto, herido por mi lanza, y pagarás todos juntos los dolores de mis amigos, a quienes mataste cuando manejabas furiosamente la pica.

273 En diciendo esto, blandió y arrojó la fornida lanza. El esclarecido Héctor, al verla venir, se inclinó para evitar el golpe: clavóse aquella en el suelo, y Palas Atenea la arrancó y devolvió a Aquiles, sin que Héctor, pastor de hombres, lo advirtiese. Y Héctor dijo al eximio Pelida:

279 —¡Erraste el golpe, deiforme Aquiles! Nada te había revelado Zeus acerca de mi destino como afirmabas: has sido un hábil forjador de engañosas palabras, para que, temiéndote, me olvidara de mi valor y de mi fuerza. Pero no me clavarás la pica en la espalda, huyendo de ti: atraviésame el pecho cuando animoso y frente a frente te acometa, si un dios te lo permite. Y ahora guárdate de mi broncínea lanza. ¡Ojalá que todo su hierro se escondiera en tu cuerpo! La guerra sería más liviana para los teucros si tú murieses, porque eres su mayor azote.

289 Así habló; y blandiendo la ingente lanza, despidióla sin errar el tiro; pues dio un bote en el escudo del Pelida. Pero la lanza fue rechazada por la rodela, y Héctor se irritó al ver que aquella había sido arrojada inútilmente por su brazo; paróse, bajando la cabeza pues no tenía otra lanza de fresno y con recia voz llamó a Deífobo, el de luciente escudo, y le pidió una larga pica. Deífobo ya no estaba a su vera. Entonces Héctor comprendiólo todo, y exclamó:

297 —¡Oh! Ya los dioses me llaman a la muerte. Creía que el héroe Deífobo se hallaba conmigo, pero está dentro del muro, y fue Atenea quien me engañó. Cercana tengo la perniciosa muerte, que ni tardará ni puedo evitarla. Así les habrá placido que sea, desde hace tiempo, a Zeus y a su hijo, el Flechador; los cuales, benévolos para conmigo, me salvaban de los peligros. Cumplióse mi destino. Pero no quisiera morir cobardemente y sin gloria; sino realizando algo grande que llegara a conocimiento de los venideros.

306 Esto dicho, desenvainó la aguda espada, grande y fuerte, que llevaba al costado. Y encogiéndose, se arrojó como el águila de alto vuelo se lanza a la llanura, atravesando las pardas nubes, para arrebatar la tierna corderilla o la tímida liebre; de igual manera arremetió Héctor blandiendo la aguda espada. Aquiles embistióle, a su vez, con el corazón rebosante de feroz cólera: defendía su pecho con el magnífico escudo labrado, y movía el luciente casco de cuatro abolladuras, haciendo ondear las bellas y abundantes crines de oro que Hefesto colocara en la cimera. Como el Véspero, que es el lucero más hermoso de cuantos hay en el cielo, se presenta rodeado de estrellas en la obscuridad de la noche; de tal modo brillaba la pica de larga punta que en su diestra blandía Aquiles, mientras pensaba en causar daño al divino Héctor y miraba cuál parte del hermoso cuerpo del héroe ofrecería menos resistencia. Este lo tenía protegido por la excelente armadura que quitó a Patroclo después de matarle, y solo quedaba descubierto el lugar en que las clavículas separan el cuello de los hombros, la garganta, que es el sitio por donde más pronto sale el alma: por allí el divino Aquiles envasóle la pica a Héctor, que ya le atacaba, y la punta, atravesando el delicado cuello, asomó por la nuca. Pero no le cortó el garguero con la pica de fresno que el bronce hacia ponderosa, para que pudiera hablar algo y responderle. Héctor cayó en el polvo, y el divino Aquiles se jactó del triunfo, diciendo:

331 —¡Héctor! Cuando despojabas el cadáver de Patroclo, sin duda te creíste salvado y no me temiste a mí porque me hallaba ausente. ¡Necio! Quedaba yo como vengador, mucho más fuerte que él, en las cóncavas naves, y te he quebrado las rodillas. A ti los perros y las aves te despedazarán ignominiosamente, y a Patroclo los aqueos le harán honras fúnebres.

337 Con lánguida voz respondióle Héctor, el de tremolante casco: —Te lo ruego por tu alma, por tus rodillas y por tus padres: ¡No permitas que los perros me despedacen y devoren junto a las naves aqueas! Acepta el bronce y el oro que en abundancia te darán mi padre y mi veneranda madre, y entrega a los míos el cadáver para que lo lleven a mi casa, y los troyanos y sus esposas lo pongan en la pira.

344 Mirándole con torva faz, le contestó Aquiles, el de los pies ligeros: —No me supliques, ¡perro!, por mis rodillas ni por mis padres. Ojalá el furor y el coraje me incitaran a cortar tus carnes y a comérmelas crudas. ¡Tales agravios me has inferido! Nadie podrá apartar de tu cabeza a los perros, aunque me den diez o veinte veces el debido rescate y me prometan más, aunque Príamo Dardánida ordene redimirte a peso de oro; ni aun así, la veneranda madre que te dio a luz te pondrá en un lecho para llorarte, sino que los perros y las aves de rapiña destrozarán tu cuerpo.

355 Contestó, ya moribundo, Héctor, el de tremolante casco: — ¡Bien te conozco, y no era posible que te persuadiese, porque tienes en el pecho un corazón de hierro. Guárdate de que atraiga sobre ti la cólera de los dioses, el día en que Paris y Febo Apolo te harán perecer, no obstante tu valor, en las puertas Esceas.

361 Apenas acabó de hablar, la muerte le cubrió con su manto: el alma voló de los miembros y descendió al Hades, llorando su suerte, porque dejaba un cuerpo vigoroso y joven. Y el divino Aquiles le dijo, aunque muerto le viera:

365 —¡Muere! Y yo perderé la vida cuando Zeus y los demás dioses inmortales dispongan que se cumpla mi destino.

367 Dijo; arrancó del cadáver la broncínea lanza y, dejándola a un lado, quitóle de los hombros las ensangrentadas armas. Acudieron presurosos los demás aqueos, admiraron todos el continente y la arrogante figura de Héctor y ninguno dejó de herirle. Y hubo quien, contemplándole, habló así a su vecino:

373 —¡Oh dioses! Héctor es ahora mucho más blando en dejarse palpar que cuando incendió las naves con el ardiente fuego.

375 Así algunos hablaban, y acercándose le herían. El divino Aquiles, ligero de pies, tan pronto como hubo despojado el cadáver, se puso en medio de los aqueos y pronunció estas aladas palabras:

378 —¡Oh amigos, capitanes y príncipes de los argivos! Ya que los dioses nos concedieron vencer a ese guerrero que causó mucho más daño que todos los otros juntos, ea, sin dejar las armas cerquemos la ciudad para conocer cuál es el propósito de los troyanos: si abandonarán la ciudadela por haber sucumbido Héctor, o se atreverán a quedarse todavía a pesar de que este ya no existe. Mas ¿por qué en tales cosas me hace pensar el corazón? En las naves yace Patroclo muerto, insepulto y no llorado; y no le olvidaré, en tanto me halle entre los vivos y mis rodillas se muevan; y si en el Hades se olvida a los muertos, aun allí me acordaré del compañero amado. Ahora, ea, volvamos, cantando el peán, a las cóncavas naves, y llevémonos este cadáver. Hemos ganado una gran victoria: matamos al divino Héctor, a quien dentro de la ciudad los troyanos dirigían votos cual si fuese un dios.

395 Dijo; y para tratar ignominiosamente al divino Héctor, le horadó los tendones de detrás de ambos pies desde el tobillo hasta el talón; introdujo correas de piel de buey, y le ató al carro, de modo que la cabeza fuese arrastrando; luego, recogiendo la magnífica armadura, subió y picó a los caballos para que arrancaran, y estos volaron gozosos. Gran polvareda levantaba el cadáver mientras era arrastrado: la negra cabellera se esparcía por el suelo, y la cabeza, antes tan graciosa, se hundía en el polvo; porque Zeus la entregó entonces a los enemigos, para que allí, en su misma patria, la ultrajaran.

405 Así la cabeza de Héctor se manchaba de polvo. La madre, al verlo, se arrancaba los cabellos; y arrojando de sí el blanco velo, prorrumpió en tristísimos sollozos. El padre suspiraba lastimeramente, y alrededor de él y por la ciudad el pueblo gemía y se lamentaba. No parecía sino que la excelsa Ilión fuese desde su cumbre devorada por el fuego.

Leído esto, ¿reconocemos los distintos epítetos épicos que aparecen? ¿Notamos cómo se repiten algunas estructuras?

Las letras del faraón

Chicos y chicas:

He encontrado una especie de juego de palabras, parecido al crucigrama, pero en forma de pirámide. Su nombre, por eso de ser una pirámide, es Las letras del faraón. Podéis jugar desde este enlace.

Apareceréis en una página como esta:



Hacéis clic sobre Iniciar juego. Y ahora os aparecerá una pirámide en el centro con la letra inicial de la palabra a la izquierda y huecos en blanco. Así:



Como veis, las definiciones están a la derecha. Solo hay que clicar en el hueco en blanco para introducir la letra. Desde la punta de la pirámide hasta la base. Es muy fácil. Cada vez que entréis os aparecerá una nueva letra y, por tanto, un nuevo crucigrama piramidal. Yo ya he resuelto unos cuantos. Ahora os toca a vosotros.


Este ejercicio es bueno para recordar la ortografía de algunas palabras difíciles y, también, para aprender vocabulario nuevo. Si tenéis dudas acerca de alguna definición, podéis consultarles a vuestros padres.


¿Cuántos ejercicios habéis resuelto?

Anagramas 3

Seguimos con la serie de anagramas. Ahora se complica un poco la cosa. En vez de siete letras, las palabras tienen ocho letras. Más complicado. A ver si encontramos alguna.

1. MINFENOE

2. NSTOGALA

3. DUEVTNUJ

4. ACNEDIAC

5. OARNABCI

6. LAUSIQOT

7. NARDOUCE

8. RIDMEONE

9. OTRAPIAS

10. UJAEPIQE